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sábado, 3 de marzo de 2012

Así es


El áspero aliento de la cordura acecha tras la rendija que se deja ver entre la inmanencia y la nostalgia. La pantalla en blanco y negro, los días, el sabor dormido de la felicidad.
Cavar una fosa y vomitar. Cerrar la fosa y volver a vomitar por si queda algo. Así es.
Así somos tu y yo. Yo y tu, diferentes pero iguales, como toda aquella muchedumbre que nos mira. Protagonistas desvirtuados de una vida no elegida pero sí muy bien interpretada, usamos las banderas o las barreras cuando viene al caso, el miedo nos cala los talones.
Huimos orgullosos de la imagen que devuelve el iris ajeno, por no aceptar la humillación de postrarnos ante la muerte y vanagloriarla en su eterna victoria. Besar uno a uno sus huesudos pies y aceptar la derrota. Por lo menos mientras la lozana juventud nos sonroje las mejillas, luego ya veremos.
Ella nos miraría, sólo con las cuencas, pues ojos no tiene, ni falta que le hace porque ella lo puede ver todo, como lo pueden ver todo las madres, que incluso en la distancia presienten las angustias de sus hijos, porque de ellas salimos, somos de su carne, conocen todas y cada una de nuestras esquinas. Ella nos miraría con esa desdichada compasión y prometería protegernos, siempre. Nunca nos abandonaría. Y así es.
Corremos, nos negamos a abdicar, queremos trascender. Trascender para no morir, morir obviando que de hecho, morimos desde siempre. Divertida farsa que nos priva de cavar una fosa y vomitar.
Y así somos tu y yo. Yo, tu y la muchedumbre que vemos desde aquí, perdidos entre la inmanencia, la nostalgia y ese áspero aliento que nos acecha tras la rendija. Tan diferentes y tan iguales, con los talones calados todos. Bien, ya está. Cierro esto. En breve volveré a vomitar, por si queda algo.


viernes, 17 de febrero de 2012

Lectura recomendada


Que alegría me produce leer, escuchar, este esplendido relato corto, preñado de ideas, conceptos y análisis de la realidad, intemporal, actualísima, instantánea, en que la humanidad y sus relaciones sociales, ha venido a parar, o más bien a caer estrepitosamente.
La sensible y especial mirada de su autora, sencilla en la prosa, sutilmente escogida, pero certera, contundente y profunda en su objetivo, que es capaz de penetrar y atravesar capas y capas de la realidad convencional hasta llegar al núcleo central del ser humano mismo, hasta su nauseabunda realidad de espécimen humano, rodeado y atrapado en una sociedad resueltamente egoísta, falsa e hipócrita.
Con un don y una habilidad insospechada, tremendamente poderosa, la autora nos informa, nos forma, nos estrega en la cara, lo que para ella no pasa desapercibido, lo que no podemos ocultarle. Su análisis de la realidad, donde está en juego nuestra ética, nuestra moral, nuestra honestidad, entremezclada en un casi-juego teatral de La Gran Farsa Social, queda comparada, humillada, ante unos simples insectos (para algunos repugnantes) que en su natural devenir, no nos hieren en lo más profundo de nuestras emociones o sensibilidades, simplemente siguen su camino; tal vez, por eso puedan ser más aceptables o preferibles en estos ámbitos.       
El o la protagonista claramente se niega a jugar, a pasar por la rutina diaria, por la lucha para ocultar, disfrazar, negar la verdadera realidad de lo que somos. En el mundo actual… necesitamos gente así, que se niegue a seguir al rebaño, que se sienta feliz de ser así y que nos alumbre hacia otra realidades con más peso, con más relevancia, más estimables.
Me asombra, me gratifica, ver como la autora con su perfecta disección de un instante, lo convierte en un amplio mundo donde se suceden intrépidamente innumerables hechos y acciones, y al mismo tiempo, genialmente, su persona queda inmersa dentro de su propia observación.
Tras el inicial preámbulo, magistral, pedagógico, donde el hastío que nos provoca jornada, tras jornada, el fracaso continuado en nuestra organización y casi perpetuos anhelos, la autora nos lleva al momento culminante de su relato. Tal vez no exagero si afirmo, que la autora, en una especie de conjuro nos atrapa y encadena a una realidad que nos asusta, que nos da miedo, pero de la cual, ya, más nunca, podremos escapar.
Tal vez, no hoy, no mañana, no se sabe cuándo, abriremos una puerta y sentiremos esa misma sensación extraña, que como haciendo un guiño al propio Aristóteles y su hilemorfismo entre la materia y la forma, nos atrapará incomprensiblemente.
Felicidades Regina
Gracias Regina
César Mesa


"Tras la puerta"

miércoles, 25 de enero de 2012

LEY DEL ABORTO

El ministro de justicia Alberto Ruiz Gallardón ha anunciado varias reformas que se llevarán a cabo en esta legislatura. Entre ellas asoma la promesa de modificar la polémica ley del aborto para que las menores no puedan abortar sin el consentimiento de sus padres. Damos pasos hacia atrás, una vez más la sociedad burguesa despliega sus alas hipócritas desatendiendo la problemática social y desprotegiendo a aquellos que realmente necesitan apoyo.
La mujer queda, una vez más, relegada a la voluntad del padre, tachándola de incapaz para decidir sobre su propio destino. Se pretende proteger el derecho a la vida, ¿pero que vida protegen?. Desde luego  que la de la adolescente no. Asegurar longevidad a este patriarcado es lo único que preocupa aquellos que se jactan de trabajar por una sociedad más justa e igualitaria. 
No se preocupan por aquellas menores cuyos padres las obligan a tener el hijo que no desean, las hacen presas de su propio cuerpo como si este no les perteneciera, condicionando su futuro y arrancando su derecho a elegir. ¿Que clase de adultas pretenden construir? Sumisas, condescendientes, frustradas, no corren la misma suerte que los varones de su edad que pueden actuar libremente sin tener consecuencias directas en su propia existencia. Ante la desigualdad de condiciones, en esta sociedad de moral desdibujada, miramos a otro lado.
Tampoco piensan en esas menores que por temor a la reacción de sus progenitores acuden a lugares de dudosa sanidad y practican abortos en condiciones indeseadas poniendo en peligro sus propias vidas, en silencio, encerradas en el miedo a su propio cuerpo, abrumadas por el poder de su propia carne.
Desde la infancia se le repite a la mujer que ha nacido para engendrar, ensalzando los esplendores de la maternidad para que olvide los inconvenientes que esto le supone en una sociedad creada por y para el macho.
Defiendo la capacidad de las mujeres para decidir sobre sus propias vidas independientemente de la edad que tengan. Debemos preocuparnos por dar a la adolescente las herramientas necesarias para dar pasos acertados en su camino, para que su voluntad pueda ser llevada a cabo. Darle la información necesaria para que no quede embarazada si no lo desea y servirle de  apoyo cuando se sienta abrumada por las circunstancias. Fomentar una sexualidad sana y libre de moralidades opresoras donde el propio cuerpo sea lo que es, nuestra única y verdadera propiedad privada.
Somos dueñas de nuestros cuerpos, de nuestras vidas. Levantemos la voz por nosotras mismas, por aquellas que siguen nuestros pasos, por aquellas que nos parieron y las que parieron a estas. Defendamos una maternidad basada en el amor y la voluntad, no dejemos que el miedo y la frustración castre nuestro destino.



                                Regina Zerené

domingo, 22 de enero de 2012

El azar de la literatura

                                             

Los libros siempre tuvieron el poder de encontrarme, me limitaba a ponerme delante de los estantes de las libreras y dejaba vagar mi vista con la mente en blanco hasta que uno de ellos me encontraba, cuando eso sucedía me lo llevaba a casa y lo leía casi siempre con voracidad.
Aglaja Veteranyi
Cada libro iba dejando un poso, un sedimento, que iba alimentando el azar para poder seguir siendo encontrada por ellos. El acto de leer siempre ha sido mágico, ni los años ni el número ingente de libros leídos han logrado quitarle esa magia.
Al principio atesoraba libros, no solo los deglutía y los incorporaba a mi bagaje vital sino que los quería poseer, de tal modo que con el tiempo me vi con un material bibliográfico demasiado grande, para alguien como yo, que nunca me había ocupado  en serio de tener  casa propia inquilina impenitente, viajera y díscola como soy, decidí con muy buen criterio, hacer uso de las bibliotecas públicas y es en ese lugar donde en los últimos días he sido encontrada por una novela de Aglaja Veteranyi escritora rumana completamente desconocida para mi hasta ese momento, el libro se llama: por qué se cuece el niño en la polenta.
Es la historia de una familia de artistas de circo que huyen de la Rumanía de Nicolae Ceausescu, y su hermana le cuenta múltiples versiones del niño que se cuece en la polenta para que el miedo la mantenga ocupada y no piense en lo que es realmente terrorífico, que su madre se caiga y muera.
Van de caravana en caravana, de hotel en hotel, la niña en cada lugar pone un trapito azul muy cerca de su almohada, es el mar, así siempre lo tiene cerca, cuando se va a dormir tapa el mar con el albornoz de flores de la madre para que no se la coman los tiburones.
La niña poco a poco con un lenguaje que a primera vista pudiera resultar naíf, nos va adentrando en un universo  femenino donde están ella, su madre, su tía y su hermana solo de padre, que se volvió loca porque su padre la quiere como mujer, por eso su madre a ella nunca la deja sola.
Él va y viene y a veces la madre dice que es su hermana delante de otros hombres, en esos casos la madre huele como otra persona y ella no la deja dormir en su cama, la madre duerme en el suelo y ella sueña con miedo porque se olvida que ya no está en su tierra donde ni siquiera en sueños se puede pensar libremente “porque te pueden llevar a Siberia,” sabe que no puede tampoco gritar “no grito he tirado mi boca a la basura”.
Relato lleno de imágenes, habla de la pobreza material de la que procede y de esa otra pobreza que mira con asombro en un Occidente donde son más importantes los perros que las personas, gente que tiene la ducha con el agua muy caliente y el corazón congelado.
La figura paterna es un payaso, no es triste, es solo un payaso, todos los payasos son tristes, siempre lo sospeché.
El circo tiene esa apariencia alegre donde parece que todos son una gran familia pero no es verdad, lo cierto es que bajo las carpas, en las jaulas de las fieras y en las caravanas se cuece como la polenta a muchos grados centígrados las penurias, la tristeza y la soledad, parece que la trapecista nunca va a caer, a veces sucede y se rompe el cuello, otras el león terminará arrancándole la cabeza  a la domadora, por eso la muerte es una invitada más a la mesa cada día, junto con los sueños de la tierra firme, de la casa grande y luminosa que nunca podrán llegar a comprar, entretanto la vajilla viaja en maletas y hay que reponerla cada dos por tres porque se rompe de tanto traqueteo.
“Cuando el niño se murió, Dios lo coció en la polenta. Dios es un cocinero, vive dentro de la tierra y se come a los muertos. Con sus grandes dientes puede romper todos los ataúdes.”
“Cuando cantamos siempre se me saltan las lágrimas. No aguanto la alegría”.
Es un gusto para mi presentarles, a quienes no la conozcan, a esta escritora rumana que murió prematuramente, y nunca vio publicada su novela, actriz y escritora, quiso dejarnos antes de irse definitivamente la historia de su infancia y adolescencia en el circo y en el exilio, exquisita y originalmente escrita, con sabor a polenta cocida, humilde pero muy nutritiva.
                                                                 Juana Santana

Aglaja Veteranyi
Por qué se cuece el niño en la polenta
Ediciones lengua de trapo SL.2001
www.lenguadetrapo.com

jueves, 12 de enero de 2012

Nunca

Silencio… No era posible. Nunca.
Quería, pero nunca.
Creía saber como, aunque quizá no. Tal vez algún día, quien sabe.
En algún momento lo creyó, pero ahora se preguntaba si de verdad estuvo segura. Si alguna vez prestó atención a la desnudez frente al espejo, y siendo honesta… muy a menudo fingió mirar, mantuvo la distancia de soslayo.
La distancia, corta casi siempre, inabarcable de todos modos, es densa, muy densa y su presencia no perdona. No abandona la inercia sangrante de dolernos, doblegarnos por no poder arrancarla, placenta que ata y alimenta la existencia. 
Recordó esos juegos sobre la hierba, en la infancia fresca,  inocencia consentida, la indolencia de simplemente ser. Foto casi soñada, reconstruida en el tiempo que asfalta esta tierra infértil, ojos entreabiertos de la consciencia, que casi siempre engañan, traicionan, por no poder abrirlos más, porque de tanto esfuerzo ya hasta las manos duelen. 
Y las llagas… cómo no hablar de las llagas, esas que se instalan ahí, pesada culpa, losa, erosión del tiempo.
Buscó ayuda de un alfiler alguna vez,  pero no sirvió de nada. Llaga o cicatriz, no podemos volver sobre lo andado.
Así que, quería saber, había llegado el momento. Ahora o nunca y se desnudó por primera vez.
Hacía frío en aquella habitación, casi tanto como dentro. Pero se desnudó. Y con los ojos cerrados se acercó al espejo, despacio, a tientas, para no adelantarse, para no correr. Palpó la sábana que cubría la imagen desde siempre y tiró. Al abrir los ojos, ahí estaban ambos desnudos, espejo y ella, ella y espejo, parte de una misma cosa, deudores uno del otro, tiempo olvidado. La ventana de camino a casa.
Volvió sobre sus pasos, apretó puños y muelas y miró. Dolía el frío, pero por primera vez, miró.

                                                                                                             Regina Zerené



domingo, 18 de diciembre de 2011

Cuento


HOY ME LEVANTE DE LA CAMA COMO PUDE...

...Bueno para ser exactos no me levanté de la cama. En realidad rodé por el colchón hasta el borde mismo y una vez allí dejé caer mi cuerpo hacia el suelo, ya la alfombra amortiguaría el impacto. Una vez allí, mientras sentía el suave tacto de la lana en mi cara, pensé en cual sería la mejor manera de ponerme en pie. Decidí que lo más sencillo era ponerme primero a cuatro patas, las manos me habían quedado por debajo, así que no sería complicado, levantando ligeramente el pecho, moverlas y apoyarlas en el suelo para luego, haciendo fuerza, elevar el tronco. A esas alturas ya estaría la mitad del trabajo hecho, sólo tendría que doblar una pierna hasta apoyar la rodilla, para luego hacer la misma operación con la otra. Ahí tan sólo me quedaría, con un suave balanceo hacia atrás, apoyar la planta de los pies, estirar las piernas, y ya me habría levantado. Pero había olvidado considerar un detalle que sin duda, modificaría la secuencia de los movimientos planeados. La sábana había quedado atrapada entre mis piernas. A la altura de los pies una bola blanca amenazaba con complicarme las cosas. Y de repente sonó el teléfono. Por supuesto no pensaba cogerlo pero hoy debía estar temprano en la oficina, así que podría ser Ana. Cuando dejó de sonar, y decidí que debía olvidar temporalmente lo de levantarme y concentrarme en sacar una mano de debajo del cuerpo, para alzarla hasta el teléfono y así poder descolgarlo la próxima vez que llamaran, apretar el botón del altavoz y resignarme a hablar desde allí. Así que eso hice cuando volvió a sonar y efectivamente escuché la voz de Ana.
-Oye
-Sí Ana, grité yo
-Oye que no te oigo
-¡Anaa!
-Ahora mejor
-¡diiime!
-¿Que haces ahí todavía?
Miré el reloj y eran ya las 9 y 20. Hice mis cálculos.
-Lo siento pero me ha surgido un imprevisto, no llego a tiempo.
-¿Que?
-Que noo llegoo a tiempoo
-Ya, ya te oí, pero es que me parece increíble que me lo digas ahora.
-Te lo digoo ahoora porque es ahora cuando puedo decírtelooo
-¿No me ibas a llamar para avisarme?
-Pues… ahoora mismo noo
-Ah no? Pues luego no me llames para decirme que quieres trabajar.
-Lo sientoo, es que tengo un problemaa, no me da tiempoo.
-Sí, pero no me vuelvas a llamar para decirme que quieres trabajar.

Así que soy una mujer con suerte, perdí mi empleo y hoy pude disfrutar durante todo el día del tacto de la alfombra.
Regina Zerené

imagen original en:
http://perversasubalternidad.tumblr.com

miércoles, 16 de noviembre de 2011

"Mar de recuerdos" Sara Cabrera García

Me lo contó Benjamín, con la vehemencia que caracteriza sus relatos verbales, emoción en carne viva, con toda la música que lo sostiene,  historias del mar, de barcos que van y vienen de América, de infancia y adolescencia rica en sensaciones, muchas historias que más tarde vi reflejadas en el libro de Sara, su madre, destellitos en los ojos. Blanca, me lo dice con un amor tan profundo; -me gustaría compartir estos relatos de mamá... Le tomé la palabra, me pareció una buena idea, y a ella le pareció bien, con ese miedo a divulgar sentimientos tan personales, -ufff, si- me dijo, -vale, el que lo quiera que me escriba y se lo envío*...
         Bueno, si quieres leer este hermoso "Mar de recuerdos" por el motivo que sea, puedes contactar con Blanca que estará encantada en hacértelo llegar una vez que escribas a su correo y le comentes tu deseo, aquí está su e-mail:
Que lo disfrutes.

*los gastos de envío  correrán a cargo del interesado (evidentemente)

La Candelaria de Adeje

                                                                                                  Fernando Herráiz Sánchez.                 ...

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