jueves, 26 de septiembre de 2013

La Cirila y el equinoccio de otoño

En una vida como la mía da tiempo a demasiadas cosas.
 Mi memoria está tan llena que a veces no lo soporto’

(Javier Marías)


Llueve de manera transversal, el otoño se estrena con esta llovizna incomoda, me compro un paraguas de tres euros con veinte en los chinos que resultó ser una mierda de paraguas, inútil contra esta lluvia ladeada que moja de abajo para arriba y me empapa la cara, las rodillas y el bolso de tela donde llevo un libro de Yasunari Kawabata.
Veo por casualidad pasar la guagua 016 y me fijo que lleva un rotulo de neón donde puede leerse “La Cirila”menuda sorpresa me tenia reservada el equinoccio de otoño, mucha gente ignorará, por ser demasiado joven para saber tal cosa, que La Cirila era una guagua enorme, chata,con cara de dibujo de Walt Disney y de color rojo, cuyo trayecto era San Benito, Rancho Grande, Barrio Nuevo y vuelta a empezar, todo ese viaje, que a mi me parecía de unas distancias enormes, costaba una peseta.
Los domingo por la tarde la cogía y me hacía el tour de los barrios periféricos de La laguna comiéndome un mulato o una bolsa de Munchitos, el conductor era siempre el mismo se llamaba Tomasín, un joven, diáfano, amable y de perpetua sonrisa.
Empezaba el trayecto en San Benito, donde recogía grupos de hombres, con palillos en la boca, que salían de los dos o tres guachinches* de la zona, famosos por su vino del país la carne cabra y otras exquisiteces locales, a los hombres el vino les alegraba y les soltaba la lengua, entraban a la guagua siempre vociferando bromas absolutamente enigmáticas para mi, el palillo lo pasaban de una comisura a otra de la boca entre grandes risotadas con mucha destreza.
El Rancho Grande era otra cosa, su nombre me evocaba las películas de John Wayne, el aspecto del barrio ayudaba mucho a esa evocación, la guagua paraba al final de un grupo de casas, construidos al borde de una carretera solitaria paralela a la pista de aterrizaje del aeropuerto de Los Rodeos, aquí subían o bajaban mujeres casi siempre vestidas de negro o con colores muy apagados, muchas veces portaban ramos de flores para sus difuntos, siempre paraban en el viejo Cementerio de San Juan, dejando tras de si un rastro de tristeza que yo no identificaba muy bien pero que podía oler.
La parada del Barrio Nuevo era en un puente sobre un barranco, allí transitaba gente más variopinta, grupos de chicos y chicas, y muchas parejas de novios,clientes todos ellos de extinto Cine Dácil, aledaño a la parada.
Descubrir hoy que la empresa de transporte recuperó el nombre de La Cirila para esa línea ha sido una grata sorpresa, tengo que felicitar al promotor de esta idea.
La Cirila me retrotrae a la infancia cuando la tomábamos para hacer el recorrido completo, sin ningún propósito, solo para mirar por la ventana con los ojos llenos de Domingo.
Llego a mi casa con el barrenillo de la guagua metido en la cabeza consulto en internet y descubro que la linea 016 de los transportes interurbanos de Tenerife desde mediados del mes de julio ha pasado a llamarse La Cirila. Si todo fuera tan fácil, y yo pudiera recuperar además del nombre de esa línea mi inocencia, curiosidad y sobre todo mis ganas de vivir, de aquella época.

*Guachinche: lugares donde se sirve rica comida casera y vino del país, muy apreciados por los amantes de la comida     tradicional Canaria.
 
Juana Santana

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