‘En
una vida como la mía da tiempo a demasiadas cosas.
Mi memoria está
tan llena que a veces no lo soporto’
(Javier
Marías)
Llueve de manera
transversal, el otoño se estrena con esta llovizna incomoda, me
compro un paraguas de tres euros con veinte en los chinos que resultó
ser una mierda de paraguas, inútil contra esta lluvia ladeada que
moja de abajo para arriba y me empapa la cara, las rodillas y el
bolso de tela donde llevo un libro de Yasunari Kawabata.
Veo por casualidad
pasar la guagua 016 y me fijo que lleva un rotulo de neón donde
puede leerse “La Cirila”menuda sorpresa me tenia
reservada el equinoccio de otoño, mucha gente ignorará, por ser
demasiado joven para saber tal cosa, que La Cirila era una
guagua enorme, chata,con cara de dibujo de Walt Disney y de color
rojo, cuyo trayecto era San Benito, Rancho Grande, Barrio Nuevo y
vuelta a empezar, todo ese viaje, que a mi me parecía de unas
distancias enormes, costaba una peseta.
Los domingo por la
tarde la cogía y me hacía el tour de los barrios periféricos de
La laguna comiéndome un mulato o una bolsa de Munchitos, el
conductor era siempre el mismo se llamaba Tomasín, un joven,
diáfano, amable y de perpetua sonrisa.
Empezaba el trayecto en
San Benito, donde recogía grupos de hombres, con palillos en la
boca, que salían de los dos o tres guachinches* de la zona,
famosos por su vino del país la carne cabra y otras exquisiteces
locales, a los hombres el vino les alegraba y les soltaba la lengua,
entraban a la guagua siempre vociferando bromas absolutamente
enigmáticas para mi, el palillo lo pasaban de una comisura a otra
de la boca entre grandes risotadas con mucha destreza.
El Rancho Grande era
otra cosa, su nombre me evocaba las películas de John Wayne, el
aspecto del barrio ayudaba mucho a esa evocación, la guagua paraba
al final de un grupo de casas, construidos al borde de una carretera
solitaria paralela a la pista de aterrizaje del aeropuerto de Los
Rodeos, aquí subían o bajaban mujeres casi siempre vestidas de
negro o con colores muy apagados, muchas veces portaban ramos de
flores para sus difuntos, siempre paraban en el viejo Cementerio de
San Juan, dejando tras de si un rastro de tristeza que yo no
identificaba muy bien pero que podía oler.
La parada del Barrio
Nuevo era en un puente sobre un barranco, allí transitaba gente más
variopinta, grupos de chicos y chicas, y muchas parejas de
novios,clientes todos ellos de extinto Cine Dácil, aledaño a la
parada.
Descubrir hoy que la
empresa de transporte recuperó el nombre de La Cirila para
esa línea ha sido una grata sorpresa, tengo que felicitar al
promotor de esta idea.
La Cirila me
retrotrae a la infancia cuando la tomábamos para hacer el recorrido
completo, sin ningún propósito, solo para mirar por la ventana con
los ojos llenos de Domingo.
Llego a mi casa con el
barrenillo de la guagua metido en la cabeza consulto en internet y
descubro que la linea 016 de los transportes interurbanos de Tenerife
desde mediados del mes de julio ha pasado a llamarse La Cirila.
Si todo fuera tan fácil, y yo pudiera recuperar además del nombre
de esa línea mi inocencia, curiosidad y sobre todo mis ganas de
vivir, de aquella época.
*Guachinche: lugares donde
se sirve rica comida casera y vino del país, muy apreciados por los
amantes de la comida tradicional Canaria.
Juana Santana