Foto:Pedro Torres |
El miedo con el que te enfrentas al folio en blanco. Esa mezcla de
cualquier cosa puede ser, la adrenalina que se dispara y las ganas de
vivir. Sólo se escribir con el alma, sólo así puedo caminar.
A veces me sorprenden las dudas y me hacen reír, es divertido ver
como en ocasiones me siento con derecho a dudar, como si toda la vida
fuera mía, como si cada segundo no fuera una condescendiente
concesión, un “agárralo ahora que puedes, no sea que mañana no
tengas manos”… y yo me río. Siempre me río cuando tengo miedo,
me ayuda, parece que así el amargo sabe distinto. No puedo evitar el
dolor, eso no es posible para nosotros los humanos, así que visto mi
rostro con la mejor sonrisa que tenga en el armario en ese instante,
es lo más que puedo hacer, ¿qué menos?.
Camino por el páramo siguiendo la voluntad de mis pies, ellos saben
más que yo, ya han andado mucho, no tanto en ésta como en otras
vidas, yo no recuerdo nada y sólo me queda confiar.
Me alejo de lo que conozco, de mi, de ti, de mi casa, de tu casa, del
caminito que recorrí todos los días buscando aventuras más allá
de mi rincón. Mis calles, tus calles, todo aquello que nació y
murió, o tal vez no, porque nada muere, eso dicen, yo ya no sé que
pensar.
Mi mar, tu mar, mis montañas y las tuyas, también me las llevo
conmigo allá donde vaya porque ya no se pueden sacar de aquí
dentro, estarán para siempre en mi y eso no lo elegí yo, la tierra
me eligió a mí, fue ella la que me trajo hasta aquí. Me ha visto
morir y resucitar tantas veces que ahora que me marcho es ella la que
sonríe.
Cada vez me duele más escribir… esta terrible manera de abrirme en
canal…
Volveré.
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Regina Zerené
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