Sin
duda la llave mágica está en los sueños, es la llave que te abre
la puerta del tiempo, ese espacio eterno, e intangible sobre el que
nosotros habitamos en un período muy delimitado y finito que hemos
dado en llamar vida y así es, nuestra vida es una percepción real,
aquí estamos, sufrimos, amamos, reímos, envejecemos y morimos, lo
que no es real es la sensación de que el tiempo pasa, no, en
absoluto, el tiempo no pasa, pasamos nosotros en ciclos aleatorios,
personales e intransferible, nadie sabe cuánto tiempo va a vivir,
tiempo contado convencionalmente y que se ha parcelado de manera
artificial en segundos minutos, horas ,años, días, semana etc.
No
es esa la única ilusión en la que vivimos inmersos sin darnos
cuenta, mucha gente cree que la única realidad que existe es la que
puede ver y tocar, cuando esa realidad no solo no es la única sino
que es una realidad muy pobre, si nos aferramos a ella nos volvemos
torpes emocionalmente y cometemos fallos garrafales que normalmente
se pagan con dolor del bueno, ese dolor de alma tan difícil de
mitigar.
Hoy estaba pensando
después de ver un documental en la televisión donde hablaban del
descubrimiento del hombre de flores, un hombre pequeñito como un
hobbit, que habitó en la isla de Flores en Indonesia hace unos
siete mil años, y por si esto fuera poco hablaban también de otro
descubrimiento que habían hecho casi al mismo tiempo, un gigante
cuyo paso por la tierra fechaban aproximadamente en la misma época
que el anterior hobbit, este último fue hallado en China. Ante esto
tengo que rendirme a la evidencia, los hobbit y los elfos existieron
y J.R. R. Tolkien lo sabia.
Me
resulta más fácil de creer que toda la obra literaria de J.R.R.
Tolkien le fue revelada mediante los sueños, que efectivamente
imaginar una mente humana capaz de inventar el mundo como una especie
de dios, creando criaturas, ríos, montañas, ciudades ciénagas
infiernos lenguas y arquetipos psicológicos, un mundo en definitiva
no muy distinto del nuestro en cuanto a los dos pilares fundamentales
que sustentan la vida, a saber, el bien y el mal y su combinatoria
azarosa que causa no pocas vicisitudes a la especie humana.
Es
cierto que el escritor británico era un hombre muy sabio, pero aún
así, me cuadra más pensar que él posiblemente mediante el sueño,
que es el momento más idóneo para ello porque nuestra terca
racionalidad ofrece menos resistencia a otras realidades, en ese
momento de abandono del ego cuando están todos los canales de la
percepción abiertos, recibió toda la información necesaria y pudo
escribir sus obras magníficas, que nos hablan de como era la tierra
antes, con esos seres fantásticos, donde elfos, duendes, hobbits,
caballeros negros, orcos y trolls luchaban cada uno por imponer sus
criterios o lograr sus objetivos; igualito que ahora, nada ha
cambiado tanto después de todo, seguramente ese mundo fantástico
sigue existiendo en este instante pero en otra frecuencia de la
cuerda diferente a esta en la que estamos ahora.
Del mismo modo Julio
Verne en pleno siglo XVIII vislumbró cosas tan increíbles como la
televisión o los viajes espaciales, el submarino etc.
El
viaje de Verne fue a la inversa del de Tolkien, él viajó al futuro
y vio cosas que ninguna mente de sus coetáneos hubiera podido ni
imaginar y ¿por qué? Pues no cabe duda que Julio Verne era un
hombre de una curiosidad intelectual insaciable, leía todo lo que
cayera en sus manos de divulgación científica, además de poseer
sensibilidad para la poesía y el arte en general, pero nada de esto
es suficiente para explicar su clarividencia y como pudo adelantarse
a su tiempo, ver y plasmar el futuro de esa manera tan exacta no es
posible sin una revelación, sin ese adentrarse en otra frecuencia de
la cuerda y penetrar en otra realidad, a mucha gente le ocurrirá
pero solo algunos son capaces de contarlo después.
Y
les guste o no los únicos seres capaces de volver del trance y
recordar lo visto, ordenarlo, darle cuerpo y construir historias que
después son legadas a la humanidad en forma de libros, somos los
escritores y las escritoras, me incluyo orgullosa en ese grupo porque
yo siempre defendí la preexistencia de los libros en otro plano, y
el papel del escritor como mero demiurgo del que se vale la obra para
ser creada.
Los
libros laten en la cuerda como gotas de rocío temblorosas y frescas,
esperando nada más el sueño que los revele y le de sentido a su
existencia, naciendo para ser leídos y compartidos.
Del
mismo modo defendí también la no existencia del tiempo, al menos
del modo convencional como lo hemos definido hasta ahora, es posible
que todas esas verdades me hayan sido reveladas en mis sueños, y
cierto es que los recientes descubrimientos científicos tienden a
volver a formular muchas cosas que parecían inamovibles, una de
ellas el concepto del tiempo.
Quién le iba a decir a
George Orwell que su Gran Hermano iba a ser una realidad, que la
humanidad conocería un tiempo, donde el ojo que todo lo ve entraría
en nuestras parcelas más intimas para vigilar y controlar nuestro
pensamiento, La televisión preside nuestras casas y elabora lo que
debemos pensar en cada momento.
Los
libros son los únicos que de verdad escapan a ese mundo terrible y
Orweliano en el que vivimos sin percatarnos, porque la literatura se
gesta siempre en los sueños y nos nace para ayudarnos a comprender
la magia de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
di lo que piensas