Tomaso Hernández |
¿Sabes
el dolor ese que de repente te sorprende en la boca del estómago sin
saber muy bien cómo llegó hasta ahí? Tal vez subió por los pies,
pasó por los tobillos, las rodillas, trepó por los muslos y siguió
avanzando por las tripas hasta llegar al nido que lo cobija. Pero
digo sólo tal vez, porque es un suponer, cuando esto ocurre uno no
sabe nada, no hay porqué ni cómo, el dolor lo oculta todo. ¿Sabes
tú de qué te estoy hablando?
¿Conoces
esa sensación de que te desgarran las extremidades, te las atan a
cuatro cuerdas para después tirar en diferentes direcciones?
Suplicas para que tiren más fuerte y que al fin acabe el dolor, pero
no, el dolor ni desaparece ni mata, te mantiene despierto para que
sientas la ausencia. ¿Sabes tú de qué te estoy hablando?
¿Te
ha pasado alguna vez notar como caes a un foso, un foso infinito y en
una eterna caída anhelar llegar al final? Esperas con ansia
aplastarte contra el suelo lleno de mierda y lodo, que todo acabe,
dejar al fin de caer para estar abajo del todo porque después de eso
ya no hay más. Pero el aplastamiento nunca llega, sigues cayendo y
cayendo sobrepasando la lógica de la física, poniendo en duda hasta
los límites del aguante humano, la agónica sensación de estar
vivo. ¿Tienes idea de cuál es esa sensación?
¿Se
te ha pasado por la cabeza alguna vez sacarte los ojos y comértelos
para no seguir siendo testigo de la pegajosa realidad que de repente
te sorprende en la piel y ni con espátulas de velcro eres capaz de
arrancar? ¿sabes de qué sensación te estoy hablando? ¿sabes tú de
qué hablo? ¿lo has sentido alguna vez?
¿Dime,
has sentido ese dolor?
Yo
ya lo dejé atrás. Tengo muy mala memoria.
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