Ayer, después de años oyendo hablar
de ellos, me acerqué al teatro Alfil, en el centro de Madrid, para
ver en acción a la compañía de comedia musical improvisada Al Tran
Trán. Sentía una infinita curiosidad.
Entré, elegí mesa, pedí algo de
beber al camarero y me preparé para disfrutar del espectáculo. El
ambiente era cálido, invitaba a que me sintiese como en casa y
aumentó mi inquietud, desde luego, este no iba a ser un espectáculo
convencional.
Los actores se arrojaron al vacío de
la improvisación en continua comunicación con el público
convirtiendo así al espectador en un impro-espectador. No había
agentes pasivos en aquel teatro y me hicieron viajar en el
espacio-tiempo durante hora y media de función.
Gracias a la generosidad con que se
ofrecen al espectador, la entrega en su labor de improvisar dejando a
un lado el sentido del ridículo y la vergüenza, en un alarde de
creatividad, talento, dedicación y amor, consiguieron que saliese de
aquel teatro realmente conmovida.
¡Vivir improvisando! cantaban… el
espectáculo traspasa las instalaciones del teatro y trasciende en
mi, entre risas, chistes y situaciones inverosímiles, tomé
conciencia de mi misma, olvidé por completo que era parte del
público, era parte de ellos, o ellos parte de mí, no tan distintos
unos de otros al fin y al cabo.
¡Vivir improvisando!, sin pudor de ser
yo misma, sin miedo a arrojarme al vacío. Con el valor del que elije
la vida como la más excitante de las drogas.
¡GRACIAS AL TRAN TRÁN!
Regina Zerené
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