martes, 7 de octubre de 2014

Los merodeadores de los sueños

“Esos futuros hombres se irán extinguiendo, sintiendo su vacío
y su oscuridad interna, llenos de terror y locura”.
Isaac de Vega




Isaac de Vega
Los merodeadores de los sueños, eran en esta ocasión, unos hombres altos y fornidos, sin embargo yo no tenia ojos sino para mi cerveza y para la televisión que emitía algo intrascendente pero no inocente , un contenido televisivo como todos, cargado de ideología, dirigido a que la población no piense y añore cosas que no necesita.
Tomaba mi cerveza en una taza gorda de cerámica, de esas de café con leche, me negaba el vidrio del vaso o la copa como castigo auto infligido, nada inocente tampoco. 
Brindo con mis amigos invisibles y tomo un trago, me doy cuenta que había olvidado a los orishas busco con la vista una esquina, me dirijo hacia ella pesadamente, y derramo un poco de cerveza que borbotea como agua oxigenada sobre una herida abierta, los orishas andan sedientos esta tarde, igual que yo, tomo otro sorbo y vuelvo a sentarme en mi mesa de trabajo sin quitar ojo de los merodeadores que empiezan a diluirse sin que los haya podido atrapar ni en dos ni en tres líneas de texto, solo sé que son hombres, fornidos y altos, que están aquí sin duda porque anoche estuve soñando con Isaac de Vega que murió en febrero, el patriarca fetasiano de las letras canarias, que no le servían los moldes de su época para escribir novelas o cuentos y tuvo que inventar su género ensimismado propiciado por la Isla, que aísla y protege al mismo tiempo del escaparate mediático, y le permite vivir en el claustro materno de Fetasa (1975) la isla amamantadora que le deja mirar a través de los falsos soles de Parhelios (1977) y en su liquido amniótico nadan niñas pálidas con venas marcadas y ojos azules conocidas también como flores del viento Pulsatila( 1988) y las dunas traen rumores del desierto y un cansancio de más de 1500 años, del falso sol, seres extraviados en la isla, asombrados sobre todo de sí mismos Tassili (1992). Ingente su obra, escribió toda la vida para si mismo.
Y puede que estos merodeadores me visitaran porque su hija María Teresa de Vega escribió un libro que no he leído aún que se llama «los merodeadores de orilla», tal vez asociando ideas, anoche en mis sueños me entero que ha muerto Isaac de Vega y al despertar solo quedaban estos merodeadores, en su momento no me atreví siquiera a dar mi pésame a su hija, nunca le comenté como observaba a su padre cuando le veía pasear por La laguna, como un anciano más, con un gastado suéter de punto, caminando despacio y mirándolo todo, casi todos veían un viejo que paseaba solitario, pero era un escritor , un cronista de realidades paralelas, me decía a mi misma ahí va Isaac de Vega y no podía dejar de sentir cierta vanidad por conocer algo tan inconmensurable y que la mayoría de los viandantes con los que se cruzaba desconocían.
De ahí vendrá supongo la visita de esos merodeadores, nada dijeron y han quedado impregnados en las horas del día justo hasta ahora que la tarde declina y parece que se diluyen como un agua marina.



Juana Santana

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