Querido
Vicent: al terminar de leer su obra: “verás el cielo abierto”
entendí, junto con usted, que nos puede ir de una u otra manera
después de la muerte ; se puede crecer, incluso aprender, para más
tarde volver a morir definitivamente. Usted evoca ésto que le digo,
en un pasaje de la novela, recordando una niña que murió en uno de
tantos episodios de la guerra civil española que pueblan el libro.
Se puede uno morir con la primera bocanada de realidad o de
conciencia, aprender y ser mejor para caminar con tiento y dignidad
hacia la muerte definitiva.
Me entretengo en calcular el tiempo que lleva usted en este mundo,
si tenia seis meses en 1936 cuando estalló la guerra, habrían de
pasar aún veinticuatro años para que yo naciera en 1960, y hacia
esta cuenta por ver si la vida podría barajar la posibilidad de que
usted y yo coincidiéramos, ya viejos ambos, bajo algún cielo
abierto después de tantas muertes pasadas, en cualquier lugar
tomando cualquier cosa.
Entonces le explicaría como buenamente pudiera y corriendo el
riesgo de aburrirle, como sus artículos de la contraportada de El
país, daban forma hermosa y coherente a todo lo que yo pensaba,
vislumbraba o sospechaba de la realidad que entonces nos tocó vivir,
en esos años de transición de la dictadura a ésto que tenemos
ahora, y que me resisto a llamar democracia, porque me cansé ya de
ser yo quién ponga siempre la moderación frente a los excesos de
los demás.
Usted nos daba argumentos para rebelarnos y rebatir el discurso
imperante en aquellos años y que no difiere mucho del que mantienen
ahora, los mismos, aquellos que como su padre estuvieron empeñados
en que dios y la iglesia lo malograran, dedicándose a su ministerio,
dudo mucho que entre esos rufianes usted hubiera podido morir de a
poco para aprender a ser enorme como ha sido en la literatura, un
mundo mucho más flexible con las debilidades y menos reñido con la
verdad y la justicia.
Hoy he descubierto a otro Manuel Vicent, el escritor que mejora al
articulista que creí inmejorable.
Entre toda las reflexiones que hace usted en la obra que todavía
me late en los dedos,abundan destellos de magnifica literatura
universal, de una belleza tan brutal que me apabulla, haciéndome
sentir un gozo estético sólo comparable al que pudiera producir la
naturaleza salvaje, en algunas de sus múltiples estampas.
Afortunadamente me queda un montón de libros suyos que leer,
supongo que no será casualidad que al elegir leer su libro de todos
los disponibles en la biblioteca, he visto el cielo abierto.
Juana Santana
*VERAS EL CIELO ABIERTO Manuel Vicent Imagen Edición de bolsillo. Imagen EDICIONES ALFAGUARA, S.A. - GRUPO SANTILLANA 2005